miércoles, 6 de agosto de 2014

Palabras Vertebrales, la columna de Marcelo J. Silvera: 6 de agosto - El amor vence siempre

Ilustración de Pito Campos

Emoción. No la palabra, la emoción misma, esa que no deja nombrar ni escribir su propio nombre.
Emoción individual, compartida, generalizada.
La emoción que se traba en la garganta. Que te aprisiona los lagrimales. Que se debate entre el llanto y el grito.
Y la hermosa sensación de ver la emoción de otros al compartir. Los ojos llenos de lágrimas y  la voz entrecortada en los compañeros, en el trabajo. Y las computadoras que se transforman en televisiones para ver la cara de felicidad de la abuela.
Estela y Guido se encontraron. Habían estado tan cerca. Tal vez se habían cruzado en un abrazo. Tal vez sus ojos se habían quedado esos segundos que son eternos tratando de reconocerse. Cuando Guido participó de Música por la Identidad, tal vez todo sucedió.

Los artistas suelen tener nombres artísticos. Que no son los suyos, sino otros que los hacen conocidos. Guido se hizo conocido en el mundo de la música con su nombre artístico, uno que no eligió, que no eligieron sus padres, sino quienes lo criaron, un nombre que le impusieron, como le impusieron la vida misma. Tardamos 36 años en saber su nombre real.

Guido, para los que gustan buscar en el libro de los nombres, significa: conocedor del camino. Guido conocía bien el camino. Lo recorrió en sus tiempos. Se acercó. Dudó. Ofreció su sangre para el ADN. Y se encontró. Y nos encontramos todos. Y lloramos, de alegría, de certeza, de convicción. Mientras la muerte estalla a miles de kilómetros de distancia, la vida da ejemplo de esperanza en nuestra Patria y reivindica que el amor vence siempre, para vos, para nosotros, para la memoria.

Marcelo J. Silvera




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